En Visviri hay 697 viviendas, pero más de la mitad están desocupadas. No hay agua potable. La luz eléctrica, generada por motores a diésel, funciona solo unas horas al día. Es un lugar de viejos y de niños, pues los jóvenes y adultos migran para estudiar o trabajar. Y solo hay una posta rural con tres boxes de atención, donde la primera vez que llegó un médico a instalarse fue en 2015. Pero ya cumplió su ciclo y se fue. Faúndez la reemplazaría a partir de abril de 2018.
Apenas llegó el doctor, contratado por el Servicio de Salud de Arica (SSA), se apunó. Se instaló en un pequeño departamento dentro de la misma posta, donde inicialmente compartía pieza con un técnico paramédico y se desempeñaría con un equipo multidisciplinario. Al tercer día, empezó con vómitos, diarrea y fiebre. Como recién partía, no pidió licencia y se apoyó con una doctora de Arica que justo hacía rondas rurales. En su primer fin de semana, aún con los síntomas, fue con ella y un anciano que se había fracturado el tobillo de vuelta a la capital regional, a casi cinco horas de viaje, para atenderse en el Hospital de Arica, el más cercano. Tenía una gastroenteritis bacteriana por salmonella, producto de las pobres condiciones higiénicas. “Esa fue mi primera semana”, cuenta.
En General Lagos, Faúndez se encontró con una realidad sanitaria que no conocía. Si la tendencia nacional es a la obesidad, allá los ancianos están desnutridos. Los niños suelen tener lesiones en la piel por la constante exposición a los rayos UV, una de las más extremas del país, y la mayoría de las consultas son por infecciones estomacales por parásitos. Dice el médico: “Me ha tocado ver gusanos en el vómito y en las deposiciones de algunas personas. Eso es común en África o la Amazonía, pero no en Chile. Salvo en lugares como este, eso casi no se ve en el país”.
También había un profundo desorden. Los meses sin médico fijo ni enfermera -estaba fuera con licencia por estrés laboral- tenían a los menores sin sus vacunas y a los adultos mayores sin sus controles al día. No se entregaba la leche y no había control sobre los medicamentos que salían de la farmacia, incluso sin prescripción médica. Al intentar ordenar la casa, se enfrentó con el entonces jefe municipal de salud Waldo Villalobos, quien -asegura- lo amenazó con echarlo de la pieza donde vivía. Tampoco lo dejaba subirse al bus municipal que trasladaba a los funcionarios desde Arica hasta que todos los demás subieran y usaran sus asientos, bajo la excusa de que él no era empleado del municipio y que el convenio entre el SSA y la municipalidad, aquel que debía regular sus funciones, no los obligaba a entregarle vivienda ni transporte, como sí ocurría con su antecesora en el cargo y los otros médicos destinados a zonas rurales en la región.
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