¿Te imaginas tener que dejar tu casa e irte, sola, a otra ciudad a pasar tus últimos meses de gestación? Eso pasa, seguido, en Chile y a pesar de que en el último año diversas mujeres nos hemos levantado para luchar por nuestros derechos sexuales y reproductivos, reclamando soberanía sobre nuestros cuerpos y el derecho a decidir.
Sin embargo, decidir sobre nuestro primer territorio aborda cuestiones cotidianas y olvidadas, que hoy, poco a poco, reconocemos.
Reencontrándonos con nuestros saberes, detectamos el poder institucionalizado que posee la medicina sobre nuestro cuerpo, en especial durante la gestación y parto, los cuales han sido concebidos como una enfermedad, despojándonos de la libertad y la naturalidad de parir a nuestros hijos. El proceso de la medicalización del parto se ha sostenido en la dominación patriarcal/capital que señala al cuerpo de la mujer como objeto de función reproductiva.
¿Parir o no parir? ¿Dónde parir? ¿Cómo parir? Parece que estas decisiones se escabullen de nosotras.
En Chile, la violencia obstétrica se presenta en varios relatos de madres a hijas, entre amigas y compañeras de trabajo, donde todas coinciden en los insultos, vejaciones y procedimientos médicos innecesarios que les ha tocado vivir, con la sensación que parir es usado como una forma de control. Las mujeres embarazadas estamos sometidas a decisiones médicas y administrativas sustentadas en la idea del “miedo” y el “riesgo” que genera una jerarquía vertical, en que los equipos de profesionales están siempre arriba.
Lugares tan apartados como Aysén sufren violencias adicionales, como el desarraigo territorial y el desapego afectivo. En la región existen 5 hospitales, pero los equipos médicos instruyen que las mujeres embarazadas debemos trasladarnos desde las comunas del interior –Chile Chico, Cochrane y otras localidades–, dejando nuestras casas y familias, para terminar el período de gestación.
¿Dónde están están pariendo realmente las mujeres de Aysén? Debemos dejar nuestros hogares para llegar hasta el hospital regional en Coyhaique, sin importar las condiciones logísticas o económicas. La afectividad no existe como posibilidad, dejándonos completamente aisladas de redes de apoyo y subordinándonos bajo los profesionales de la salud.
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